domingo, 14 de noviembre de 2010

Sin huella no hay vida

Por Keith Lockitch
Traducido por Sergio Olmos

Conforme el ecologismo sigue creciendo en prominencia, cada vez más personas tratamos de vivir un estilo de vida “más verde”. Cuanto más ecológico intentas ser más confundido y frustrado te sientes con el mensaje ecologista.

¿Has intentado cambiar las bombillas incandescentes tan brillantes y alegres por las fluorescentes compactas tan sombrías pero tan eficientes, para luego averiguar que éstas contienen mercurio? Quizás hayas tratado de reducir el tamaño de los vertederos renunciando a la facilidad y comodidad de los pañales desechables para que te critiquen por la enorme cantidad de agua y energía que se consume al lavar los asquerosos pañales de tela. Incluso dar apoyo a las energías renovables ya no es lo suficientemente verde, ya que ecologistas enfadados protestan en contra del uso de “terrenos vírgenes” para granjas eólicas y plantas solares.

¿No parece que por muchos sacrificios que hagas para reducir tu “huella ecológica” nunca es suficiente?

Bien, piensa el por qué dejas una “huella ecológica” para empezar.

Todo lo que hacemos para sustentar nuestras vidas tiene un impacto en la naturaleza. Todo el valor que creamos para potenciar nuestro bienestar (cada gramo de comida que cultivamos, cada estructura que construimos, cada iPhone que manufacturamos) se produce extrayendo materias primas y dándoles forma para satisfacer nuestras necesidades. Todas las cosas buenas de nuestra vida vienen de alterar la naturaleza para nuestro propio beneficio.

Desde la perspectiva de la vida y la felicidad de los seres humanos una “huella ecológica” grande es algo muy positivo. Es por eso que la gente de India y China se esfuerzan para aumentar la suya: construir mejores carreteras, más coches y ordenadores, fábricas nuevas, plantas de energía y hospitales.

Pero para el ecologismo el tamaño de tu “huella” es la medida de tu culpa. La naturaleza, según la filosofía verde, es algo que no se debe tocar, algo que debe permanecer libre de las actividades del ser humano. Su idea de “huella ecológica” se refiere a la medida en la que “molestas” a la naturaleza, donde molestar a la naturaleza se ve como un pecado que requiere expiación. Tal y como el concepto cristiano del pecado original transmite el mensaje de que los seres humanos están manchados con maldad simplemente por haber nacido, el concepto verde de “huella ecológica” insinúa que te deberías sentir culpable por tu propia existencia.

No debería ser ninguna sorpresa pues, que nada de lo que hagas para disminuir tu “huella” se considerará satisfactorio. Al realizar actividades para el sustento de la vida, lo que hagas para reducir tu impacto en la naturaleza en un aspecto (pañales de tela, por ejemplo) simplemente conllevará otros impactos en otros aspectos (uso de agua, por ejemplo) y será atacado y condenado por ecologistas indignados por lo que quede de “huella”. Mientras dejes algo de “huella” seguirá siendo necesaria tu penitencia; mientras sigas vivo ningún sacrificio puede borrar tu culpa.

La única manera de no dejar “huella” sería morir (una conclusión que aparece en los mensajes de muchos ideólogos). Consideremos la premisa del bestseller titulado “The World Without Us” (El mundo sin nosotros), que fantasea con cómo se “recuperaría” la Tierra si toda la humanidad se extinguiera de repente. O consideremos la conclusión espeluznante y anti-humana de un artículo de opinión sobre los pañales de tela y los desechables: “Desde el punto de vista de la Tierra, no es importante qué tipo de pañales usas. La decisión importante fue tener un hijo”.

La próxima vez que adoptes confiadamente una “solución verde” como bombillas de luz fluorescente, pañales de tela o granjas eólicas, para encontrarte con más condena y llamamientos a realizar aún más sacrificios, recuerda lo que cuenta como solución final para estos ideólogos.

La única respuesta racional a tal filosofía es cuestionar su premisa central. Debemos reconocer que la esencia de la supervivencia humana es la de moldear la naturaleza para nuestro propio beneficio, y que lejos de ser un pecado, es nuestra mayor virtud. No te dejes engañar por los llantos de que la civilización industrial es “insostenible”. Este llanto ha estado presente desde al menos el siglo IXX, pero los hechos han demostrado su equivocación. Desde la Revolución Industrial la población y la esperanza de vida, por no decir nada del disfrute de la vida, han crecido sin cesar.

Es hora de reconocer el ecologismo como una filosofía de culpa y sacrificio, y rechazarla en favor de una filosofía que orgullosamente defienda el valor de la vida humana.

Artículo original (en inglés)

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