lunes, 20 de diciembre de 2010

Solos en una sociedad ciega y sorda

Por Miguel Ángel Sabadell

Las televisiones glorifican a personajes toscos y mediocres, pero no dedican un minuto a las jóvenes promesas científicas.



Imagine a dos adolescentes, Juan y Pablo. Son dos amigos de 14 años de Alcalá de Henares a quienes les encanta construir robots. En el garaje del padre de Juan estudian, investigan, diseñan y montan sus circuitos, todo con el poco dinero del que disponen. En casa no hay para muchas alegrías, pues ninguno de ellos ha nacido en un hogar donde sobre el dinero. Si alguien quiere ver los robots de estos ingenieros vocacionales, se llevará una desilusión, pues no tienen nada que mostrarle, salvo la máquina que en ese momento estén construyendo. Cuando la terminen y comprueben que funciona correctamente, la desmontarán: deben reutilizar las piezas para su siguiente proyecto.

La economía familiar no da para tener internet en casa, así que, si necesitan buscar información, deben recurrir a la biblioteca pública. Allí están hasta que cierra. A la madre de Pablo no le hace mucha gracia, porque en invierno tiene que volver de noche, y en su camino debe cruzar un parque. A ellos les da igual: la robótica es su pasión. Son autodidactas, no tienen quien les enseñe como sucede con otros grupos de chavales que, por todo el país, comparten su afición.

A pesar de todos estos obstáculos, Juan y Pablo han sido vencedores de la última RoboCup Junior que se ha celebrado en España. Ellos solos, con su imaginación y unos pocos euros, han batido a grupos ya establecidos en una prueba donde el robot tenía que localizar víctimas en un escenario tridimensional que simulaba una catástrofe. Como siempre el ingenio ganador ha tenido que ser desmantelado: hay que empezar un nuevo proyecto. ¿El coste? Para ellos, una auténtica fortuna: alrededor de 100 euros.

En su mismo país, nosotros, los adultos, elevamos a los altares de la fama a una ordinaria incapaz de recitar el abecedario sin equivocarse, mientras las televisiones regalan sus 10 minutos de gloria a una palurda de 20 años que no sabe que España tiene ríos y montañas. Después se nos llena la boca con que hay que invertir en investigación...

- Extraído de la sección Políticamente incorrecto de la revista Muy Interesante

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