sábado, 16 de octubre de 2010

Falsa alarma, la superpoblación

Si ves los telediarios o navegas bastante por internet estoy seguro que te habrás topado con alguna predicción catastrófica y alarmista. A lo largo de la historia siempre han existido estas predicciones del Apocalipsis con sus respectivos expertos, políticos ineptos y grupos de personas que por la falta de pensamiento crítico se unen a estos movimientos alarmistas y van predicando que se acerca el fin del mundo. La que ahora está de moda es el calentamiento global, que trataré en otro artículo. Ahora me quiero centrar en una de la vieja escuela. Al parecer hay gente que se ha subido al carro del pesimismo alarmista de los años 60 y 70: la superpoblación.

Durante estas dos décadas del siglo XX se llevaron a cabo políticas de control de población bastante estrictas, por no decir tiranas, exigidas con gran insistencia por los expertos. Por ejemplo, el presidente de EEUU, Lyndon Johnson, al parecer alegó no querer malgastar la ayuda exterior del país dándosela a países que se niegan a ocuparse de sus propios problemas de población. El que es actualmente asesor de Barack Obama en el departamento de ciencias de la Casa Blanca, John Holdren, hizo las siguientes declaraciones en 1977: “Las propuestas de añadir un esterilizante al agua potable o a alimentos básicos parece horrorizar a la gente más que otras propuestas para el control involuntario de la fertilidad”.

Estos políticos se basaban en las predicciones y sugerencias que daban los expertos ecólogos de la época. Uno de los más influyentes fue Garret Hardin y su famoso ensayo La tragedia de los comunes. Aunque este artículo ahora se recuerde como si tratara de acciones colectivas, en realidad era un gran llamamiento al uso de control de la población por la fuerza. En él Hardin veía “la libertad de engendrar como intolerable” y que “la única forma de conservar y cuidar otras libertades más valiosas es el renunciamiento a la libertad para engendrar”.

Otros expertos como William y Paul Paddock o Lester Brown afirmaban que la producción de alimento no podía seguir el ritmo de crecimiento de la población y como consecuencia habría una hambruna global. Obviamente estas predicciones resultaron rotundamente equivocadas ya que no sólo la producción de alimentos siguió el ritmo de crecimiento de la población, sino que el precio de los alimentos experimentó una bajada espectacular.

Pero pocos expertos han estado tan equivocados en sus predicciones como Paul Ehrlich. Este misántropo entomólogo de mariposas tuvo una tremenda influencia en esos años con su best-seller The Population Bomb (La bomba de población) publicado en 1968. Ehrlich se convirtió en un gurú del movimiento ecologista. En su libro afirmaba que debido a la superpoblación la muerte en masa era inminente e inevitable, que la tasa de mortalidad sufriría una subida por las nubes, que los pobres serían más pobres y que la población caería hasta llegar a la cifra de dos mil millones debido a las hambrunas en masa (!).

Influenciados por los gobiernos e instituciones occidentales y diversas organizaciones ecologistas en muchas partes de Asia adoptaron extendidas medidas de esterilización por la fuerza en los años 70. Grandes cantidades del método anticonceptivo Dalkon Shield, que en EEUU provocó innumerables juicios contra la compañía que los producía por causar infección vaginal, fueron compradas por el gobierno estadounidense y mandadas a Asia. En India, por ejemplo, el gobierno forzó a más de 8 millones de hombres a aceptar vasectomías. En un caso documentado por el historiador Matthew Connelly, la policía rodeó la pequeña aldea de Uttawar y todos los hombres fueron esterilizados, causando una revuelta que terminó con cuatro muertos.

Es cierto que si el mundo hubiera seguido la tendencia de convertir riqueza en más bebes como había estado haciendo desde hace algunos siglos posiblemente hubiera tenido trágicas consecuencias. Sin embargo, en los años que surgió este movimiento alarmista de la superpoblación el crecimiento de población ya estaba empezando a disminuir. Los que refutaban el alarmismo argumentando esta disminución eran tachados de ilusos.

Lo cierto es que las medidas de control de la población por la fuerza eran contraproducentes e innecesarias. La natalidad en Asia ya estaba cayendo rápidamente en los años 70 básicamente por voluntad propia. Cayeron tanto y tan rápido sin coerción que con ella. Y es que conforme Asia fue prosperando gracias al comercio, fue experimentando la misma transición demográfica que Europa había experimentado antes.

A lo largo de todo el mundo la tasa de natalidad está disminuyendo. No hay ni un solo país que tenga una tasa de natalidad más alta que la que tenía en 1960, y en los países menos desarrollados en general la tasa se ha reducido a la mitad aproximadamente. Bangladesh tiene la mayor desnsidad de población de todo el mundo. En 1955 tenía una tasa de natalidad de 6.8 hijos por mujer. Hoy tiene menos de la mitad, 2,7 hijos por mujer. India pasó de 5,9 a 2,6 hijos por mujer y Pakistán ha reducido a la mitad su tasa en tan sólo 20 años, 3,2 hijos por mujer.

Aparentemente poca gente se percata de esto. Como expresa el ecólogo Stewart Brand: “La mayoría de ecólogos aún no se han enterado. La tasa de natalidad en todo el mundo está en caída libre … En todas las partes de todos los continentes y en todas las culturas (incluso los Mormones) la tasa de natalidad está en declive. Alcanzan los niveles de reemplazo (2,1 hijos por mujer) y siguen cayendo”.



Este fenómeno se debe a la denominada transición demográfica, esto es, la transición de unas tasas de mortalidad y fertilidad altas a unas tasas de mortalidad y fertilidad bajas. Este fenómeno se debe a varios factores, pero todos ellos vienen de la mano del crecimiento económico y la libertad para comerciar con el mundo exterior. Los países reducen sus tasas de natalidad conforme son más saludables, más ricos, mejor educados, más urbanizados y más emancipados.

Sin embargo, cuando John Maddox publicó un libro en 1973 en el que mostraba que la transición demográfica ya estaba disminuyendo la tasa de natalidad en Asia, Paul Ehrlich y John Holdren (recuerden, actual asesor de ciencias de Barack Obama) le respondieron con estas declaraciones:
El más serio de los errores demográficos de Maddox es la invocación de una “transición demográfica” como la cura al crecimiento de población en Asia, África y América Latina. Espera que las tasas de natalidad allí caerán como lo hicieron en los países desarrollados con la revolución industrial. Lo más seguro es que la mayoría de los países subdesarrollados no tengan una revolución industrial, por lo tanto estas afirmaciones parecen por lo menos algo optimistas. Pero incluso si estos países siguen ese camino, empezando inmediatamente, su crecimiento de población continuará más de un siglo, quizás produciendo una población mundial de veinte mil millones en el año 2100.

Pocas veces encontraremos unas afirmaciones tan equivocadas como estas*. Incluso con tales equivocaciones en su currículum y sin haber dicho una palabra sobre estas pifias, Paul Ehrlich aún cuenta hoy con el apoyo de muchos, que no dudan de su credibilidad. Décadas después, Ehlrich sigue al frente del movimiento alarmista de la superpoblación pero ya ha aprendido la lección: no dar fechas. En su libro The Dominant Animal publicado en 2008 afirma que la humanidad ha llegado a un punto crítico en el que la civilización experimentará un declive continuo debido a la superpoblación (sin establecer fecha alguna por supuesto).

En la actualidad el consenso de la comunidad científica nos dice que la población del mundo probablemente empiece a caer después de alcanzar su máximo en 2075 con 9,2 billones de personas en el planeta (cifras oficiales de las Naciones Unidas). Esto choca con la idea que tienen estos alarmistas de crecimiento infinito de población. Por lo que todas las expectativas de alimentar a todo el mundo para siempre son increíblemente altas.

Que la transición demográfica esté haciendo su efecto no quiere decir que no debamos de ayudar a acelerar el proceso. Sin embargo, los políticos de África tienen que llevar cuidado y no cometer los mismos errores brutales que se cometieron en Asia en los años 70. Iniciativas de planificación familiar, y promover y facilitar la adopción podrían acelerar el proceso. Pero lo que está claro es que cuando hay crecimiento económico (provocado por el libre comercio) el problema de superpoblación tiende a desaparecer. Ron Bailey, en contraposición a Garret Hardin, dice: “No hay necesidad de imponer medidas de control de población por la fuerza; la libertad económica en realidad genera una mano invisible benigna de control de población.”

Por lo que aunque sería genial si las mejoras vinieran más rápidamente, las noticias sobre la población global difícilmente podrían ser mejores. Donde todavía ocurren hambrunas (Darfur, Zimbawe) la culpa es de las políticas del gobierno, no de la presión demográfica. Cuanto más libre y próspera es la gente, su tasa de natalidad más se asienta alrededor de 2 hijos por mujer sin la necesidad de ninguna coerción.

*Paul Ehrlich después de unos años realizaría otra de sus predicciones: “La esperanza de vida de EEUU caerá a 42 años en 1980 debido a epidemias de cáncer [causadas por el uso de DDT]”. Como de costumbre, completamente eqiuivocado.

Fuente: La inmensa mayoría de la información aquí expuesta la he sacado del libro The Rational Optimist de Matt Ridley, llegando a parafrasear algunos fragmentos.

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